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Fernando Pozuelo: el poeta del paisaje

Por alguna razón, los jardines más bellos nunca parecen hechos por el hombre. Hay en ellos una armonía que se acerca más a la poesía que a la arquitectura, una coreografía de ramas, senderos y silencios que parece brotar de la propia tierra. Fernando Pozuelo lo sabe. No en vano, lleva más de veinte años sembrando belleza en el paisaje urbano y privado de España como si cultivara emociones, no plantas.

Desde su estudio, Fernando Pozuelo Landscaping Collection —ubicado en un rincón de inspiración casi zen a las afueras de Madrid—, ha convertido el arte del paisajismo en una expresión de identidad. “Un jardín bien diseñado no solo embellece, habla de quien lo habita”, dice Pozuelo, mientras repasa con la mirada uno de sus planos, donde líneas y sombras anticipan un espacio aún inexistente.

El arte invisible del paisaje

La trayectoria de Pozuelo no responde al clásico perfil del paisajista académico. Más bien es un explorador de lo simbólico. Ingeniero agrónomo de formación, poeta de vocación, y creador total por naturaleza. En su estudio no se habla solo de especies autóctonas o de eficiencia hídrica, sino de conceptos como “memoria vegetal” o “narrativa espacial”.

Uno de sus proyectos más icónicos —un jardín diseñado como un homenaje a los poemas de San Juan de la Cruz— fue descrito por un crítico como “una experiencia mística con aroma a lavanda”. En él, los senderos no conducían tanto al paseo como a la introspección, y cada elemento vegetal tenía una carga casi metafísica.

Pozuelo no crea jardines; los escribe.

El lujo de lo esencial

En un tiempo donde la sostenibilidad ha pasado de ser una palabra de moda a una exigencia ética, Fernando Pozuelo Landscapes ha apostado por una mirada ecológica que no renuncia al arte. Sus diseños integran sistemas de riego eficientes, selección de flora local, y una profunda reflexión sobre el impacto del hombre en el medio.

Pero, a diferencia de otros estudios que buscan soluciones pragmáticas, Pozuelo persigue la trascendencia. Sus jardines no son solo bonitos: son atmósferas. Lugares donde el silencio está previsto, donde la sombra es parte del discurso, donde una piedra puede tener la misma importancia estética que un árbol centenario.

Un jardín, una vida

Muchos de sus clientes no solo buscan un diseño paisajístico, sino una representación simbólica de su mundo interior. Pozuelo lo llama “jardinería emocional”. A través de entrevistas, recorridos y estudios personalizados, su equipo crea espacios que son, literalmente, retratos verdes.

Un empresario le pidió un jardín que representara la evolución de su carrera profesional; una madre, uno que recordara a su hijo fallecido. “Cada historia tiene su vegetación”, explica. “Al final, diseñamos biografías en clave botánica”.

Un estudio en movimiento

En su estudio trabajan biólogos, arquitectos, artistas visuales, poetas. La mezcla puede parecer caótica, pero en realidad responde a la visión holística del paisajismo que defiende Pozuelo. Allí, un seto no se elige solo por su forma, sino por su sonoridad al viento. Un estanque no se coloca porque embellezca, sino porque sugiere. Todo tiene un porqué.

Fernando Pozuelo Landscapes no es solo un estudio de diseño: es un laboratorio de emociones naturales. De esos pocos lugares donde el tiempo parece ralentizarse, donde los proyectos se gestan como una semilla que no germina hasta que está lista para ser vista.

La belleza que no se ve

Hablar con Fernando Pozuelo es escuchar a alguien que mira el mundo con una calma fuera de época. “La belleza auténtica está en lo que no se impone”, dice. Y uno lo entiende cuando visita uno de sus jardines: no hay estridencias, ni excentricidades, ni diseños que gritan. Solo una verdad silenciosa, como la del mar o la de una ladera al atardecer.

Quizá por eso, cuando se le pregunta si su trabajo es arte o diseño, responde sin dudar: “Es la posibilidad de reconciliar al ser humano con la naturaleza. Devolvérsela, pero en su idioma”.

Y ese idioma, aunque tenga nombres latinos y geometrías precisas, siempre acaba pareciéndose a un poema.

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